domingo, 6 de abril de 2014

TOROS EN CUBA

 


 Hecho este, mi auto de fe, pasaré a contarles que en fecha tan temprana como 1514, en alguna de las villas fundadas en Cuba por el Adelantado Diego Velázquez, tuvo lugar la primera corrida de toros del nuevo mundo, de acuerdo con lo recogido por fray Bartolomé de las Casas en su Historia General de las Indias. Cito:

"Acaeció allí luego un terrible caso, que el día de Corpus Christi siguiente, que es cuarto día después del domingo de la Santísima Trinidad, lidiaron un toro o toros, y entre otros españoles había uno allí, llamado Salvador, muy cruel hombre para con los indios, el cual fue vecino de una villa llamada de Bonao, en la isla de Santo Domingo, veinte leguas tierra adentro (…) Y trataba tan mal a los indios que tenía que lo tenían por diablo (…) Así que aqueste Salvador pasó a la de Cuba, donde también comenzó a usar de sus crueldades con los indios, y se halló aquel día de Corpus Christi con los otros que dije haber lidiado los toros…"

En 1538, para celebrar la llegada del Adelantado Hernando de Soto a Santiago de Cuba, tuvo lugar una corrida de toros, pero no fue hasta 1569, con el fin de honrar a San Cristóbal –santo patrón de la villa que no será ciudad hasta 1592-, que los habaneros asistieron al debut de la fiesta brava, Por su parte, la Atenas de Cuba, Matanzas, tendría que esperar a 1747 para "disfrutar" de tan cruenta lid.

Sin embargo, en Habana Antigua y Moderna (1857), de José María de la Torre, aparece que la primera corrida "oficial" no se produjo hasta 1759, y aclara que tanto esta como las "no oficiales" desarrolladas anteriormente, se efectuaban en cualquier plazoleta o mercado afín, por no existir plazas de toro.

"SI DIOS LO QUIERE, LA AUTORIDAD NO SE OPONE Y EL TIEMPO LO PERMITE"

Me contaba un amigo sevillano que en tiempos de la dictadura del general Franco, en la plaza de toros de su ciudad era obligatorio recitar la fórmula que encabeza el párrafo antes de dar comienzo a la lidia. Curioso, ¿verdad?

Este cronista confiesa desconocer cuál fue la empleada en 1769, antes de iniciar la faena en la recién construida, y primera en Cuba, plaza de toros nombrada Aserradero y millo del tío Blas, erigida entre las calzadas de Monte y Arsenal. A esta le siguió, en 1818, la ubicada al fondo de la posada de Cabrera, esquina a la calle Águila, y otra más -1825- en el Campo de Marte y Belona, allí donde la Calzada del Monte se entroncaba con la calle Amistad.

Hasta el ultramarino poblado de Regla tuvo su plaza de toros. Sucedió en 1842, no sin antes ser autorizada por el Ayuntamiento de La Habana. Asombrosamente se irguió detrás de la parroquia de la localidad, quizá con la secreta intención de salvar las almas de quienes gozaban con este salvaje método de sacrificar a un animal.

MAZZANTINI VS SARAH BERNHARDT

Nuevas plazas taurinas se sumaron durante ese siglo XIX. Por ejemplo, en 1853, la de Belascoaín entre Virtudes y Concordia, a un costado de la entonces Casa de la Beneficencia, o la de Calzada de Infanta casi esquina a Carlos III, pocos años después.

Si se quiere, esta devino célebre por la presencia en su ruedo, en la temporada de 1886-1887, del afamado Luis Mazzantini y su segundo espada, Diego Pérez. "Torerías" aparte, el diestro español se hospedó en el hotel Inglaterra, donde coincidió con la célebre actriz Sarah Bernhardt, a la sazón de gira por Cuba.

Cuentan que la trágica francesa quedó prendada, ipso facto, del singular "mataó", y parece ser que los combates extra ruedo agotaron de tal modo a Mazzantini, que a la hora de la verdad fue opacado por el no menos afamado Guerrita, quien también rendía temporada en la plaza capitalina. En definitiva, su presencia ha llegado hasta hoy en brazos de una frase popular que no tarda en relucir ante algo muy difícil o casi imposible de realizar: "¡Hombre, eso no lo consigue ni Mazzantini el torero!"

La última plaza de toros construida en La Habana, la de Los Zapotes, en San Miguel del Padrón, se inauguró en 1908 y funcionó hasta 1940. Y un detalle que, al menos, salva la honrilla de la "diversión" allí ofrecida: las banderillas usadas carecían de punta, y las espadas eran de madera. O sea, que los actuantes debían ceñirse, exclusivamente, a dar fe de su valor y pericia. Nada más.

PARÉNTESIS BEISBOLERO

El sábado 30 y el domingo 31 de agosto de 1947, la capital fue testigo de un acontecimiento que dio mucho de que hablar. Y de paso, puso punto final a las corridas de toros en Cuba.

Ese fin de semana las faenas tuvieron como escenario el entonces Grand Stadium del Cerro, hoy Estadio Latinoamericano, y los "mataores", los mexicanos Silverio Pérez (fallecido el pasado 2 septiembre a los 91 años de edad) y Fermín Espinosa, "Armillita", también desaparecido ya, el 5 de septiembre de 1978), quienes regalaron a los casi 30 000 asistentes dos tardes plenas de verónicas, chicuelinas y gaoneras –por haber inventado esta última suerte el también mexicano Rodolfo Gaona. Eso sí: estaba prohibido clavarle banderillas o matarlos.

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