miércoles, 26 de marzo de 2014

El taxista que fue sobresaliente de Las Ventas


  25 de mayo de 1975. El cartel, un mano a mano entre Ruiz Miguel y Antonio José Galán. En los chiqueros un encierro de Alonso Moreno, remendado al final con un toro de El Jaral de la Mira que haría sexto.
  Ruiz Miguel resulta herido por el tercero, con que la tarde queda para Galán. Quién iba a pensar que él también caería herido por el quinto. Y es entonces, al llevarlo hacía la enfermería, cuando se cae en la cuenta de que estas eventualidades se resuelven con un sobresaliente.
  ¿Y el sobresaliente?... ¿Dónde está el sobresaliente? ¿Quién es el sobresaliente? El sobresaliente es un tal Julián de Mata, uno que quiso ser torero y que se "enganchó a la rosca" (al taxi), que dicen los castizos cuando vio que no podía, pero que mantenía vivo su carné profesional para estos casos. De sobresaliente, se apañaba unas pesetas para ayudarse, que nunca vienen mal, y de paso mataba el gusanillo.
  Pero ¿y ahora? Julián de Mata, fracasado pero digno en su pundonor torero, se va para el toro. Sin sitio. Sin recursos. Sin oficio. Lo mata como puede pero aún queda el sexto por salir. Apenas un trasteo es suficiente para que todo el mundo se dé perfecta cuenta de que aquel hombre no está en condiciones de enfrentarse a la lidia de un toro de los de Madrid.
  Se masca la tragedia. El público pide al presidente que exima a aquel hombre de la obligación de cumplir lo que debía ser su deber. La fiesta se convierte en tragedia anunciada. ¡Que no saque el pañuelo, que no lo saque!
  Un espectador llamado Jaime Ostos, desde el tendido, intenta hacer valer la tácita autoridad que le otorga su prestigio profesional y pide que la corrida se suspenda. En vano. El palco no le hace caso. Otro matador, Bartolomé Sánchez Simón, salta al ruedo. "Si hay que matar al toro, lo mato yo", se ofrece. Pero es detenido. Con el Reglamento en la mano, lo ha infringido. Técnicamente es un espontáneo con carné de profesional. El presidente confunde el sentimiento con el sentido, sobre todo con el común; la evidencia de lo que no es posible con la aplicación irracional del sacrosanto Reglamento. Pañuelo blanco y el del Jaral salta a la arena.
  No hay más que tirar para adelante. Capote en ristre, el torero metido a taxista, o el taxista metido a torero, asume su responsabilidad. No da tiempo a más. El del Jaral sí que cumple con su misión. Julián de Mata es un pelele entre los pitones. Gravísimo según el parte médico. El Reglamento se cumplió. El torero para el quirófano y el toro para el corral después de los tres reglamentarios avisos.
  Julián de Mata entró en la historia de San Isidro por la puerta triste, por la de la tragedia y la sinrazón. Al menos sus heridas sirvieron para que entonces se replanteara el papel y la disposición de los sobresalientes en los festejos mayores.
  Al día siguiente Ruiz Miguel volvía a Las Ventas, y Antonio José Galán reaparecía a las cuarenta y ocho horas. Mientras tanto, Julián de Mata seguía en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte.
 
Diego Lechuga en San Isidro 50 ferias 50.
 
Julián González de Mata, cogida en Madrid el 25 de mayo de 1975 (foto El Cossío)

  Según José María de Cossío, Julián González de Mata (Cehegín, 3 de junio de 1933) no llegó a tomar la alternativa como matador de toros, compaginó su profesión torera de matador de novillos con la de taxista en Madrid. La tremenda cornada que he rememorado es una de las más graves que han sucedido en la plaza de Las Ventas (cornada en la cara posterior del hemitórax derecho penetrante en la cavidad torácica, que produjo grandes destrozos en los lóbulos inferior y medio del pulmón derecho, de pronóstico muy grave), como ha recordado el doctor Máximo García Padrós en más de una entrevista, hijo del ángel de la guarda que salvó la vida del torero, el doctor García de la Torre. Este episodio trágico supone un punto de inflexión, pues hizo recapacitar al mundo del toro sobre los mínimos necesarios y la preparación exigida a la figura del sobresaliente.

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